miércoles, 19 de diciembre de 2012

Minervas. Mujeres transformando el Mundo




MISIÓN
Nuestra misión es potenciar a las mujeres para que la perspectiva femenina pueda entrar en acción para crear un mundo mejor. Nuestro objetivo es inspirar, conectar,  dar soporte y ayudar a expandir la conciencia.

VISIÓN


Imaginamos un mundo en el que las mujeres ayudan a reestablecer el equilibrio, integrando el yin y yang.
Un mundo regido por amor, compasión, paz y alegría. Un mundo donde hombres y mujeres colaboran, comparten, respetan y reconocen su unidad con la naturaleza.



MANIFIESTO

¿Qué mundo?

Algo en nuestro planeta no está funcionando bien, y los signos nos rodean. Producimos más alimento que en el pasado, y sin embargo no disminuye suficientemente el número de personas con hambre. Avanzamos en ciencia y tecnología, pero nos estamos acabando los recursos no renovables del planeta. Somos más sofisticados conectándonos virtualmente pero no sabemos escucharnos profundamente. Estamos más juntos conviviendo en las ciudades, y estamos más desconectados que nunca entre nosotros. Trabajamos más horas y al volver a casa estamos cada vez más tensos y estresados. En las noticias escuchamos sobre violencia, inseguridad, incertidumbre en la política, la economía, o el impacto metereológico del cambio climático, afectándonos desde cerca o a distancia.

Al mismo tiempo, la inestabilidad y las pérdidas nos hacen revisar súbitamente nuestros valores, identificar qué es lo que realmente nos importa  como individuos, como miembros de una familia y como sociedad. ¿Cuál es el propósito de nuestra vida? ¿Cuál es nuestro rol personal, nuestra misión si la tuviéramos? ¿Qué es lo que da sentido a nuestro día?  Curiosamente, las respuestas que nos damos coinciden con las investigaciones: lo que nos da la máxima satisfacción es vivir en consonancia con nuestros valores profundos, con nuestro ser esencial. Y estos valores son desarrollar nuestros talentos personales y ponerlos al servicio de otros, hacer cosas por otros, ayudar, sentirnos útiles. La satisfacción nos llega no por lo que tenemos, sino por lo que damos.

¿Ya sabes para qué estas tú aquí?

No importa si tienes la respuesta, o solo la intuyes, o si la ignoras o si la conoces pero no sabes cómo conectarla con tu realidad. Lo más importante, es que tienes la pregunta.

Porque cuando la pregunta se despierta en ti, ya nada la calla. Como una marea se retira y regresa, tenue y persistente. La pregunta en sí misma ya te hace una persona diferente.

Que tú, mujer, te formules esa pregunta tiene un significado especial. Las mujeres tenemos una capacidad  para ver el mundo desde otra perspectiva.

Lo que no está funcionando bien en este planeta es la consecuencia de como la humanidad ha venido actuando, de nuestras conductas colectivas. Hemos dado prioridad a los resultados en el corto plazo, y dejado de considerar como cada acción repercutirá más allá en el tiempo. Con esta visión miope, estamos utilizando recursos naturales que nos ofrece esta maravillosa tierra sin pensar si nuestro consumo de hoy da tiempo a la regeneración de esos recursos, inclusive si es que será posible regenerarlos, o tal vez se necesiten algunos millones de años para que los fósiles de hoy se conviertan en petróleo y gas, para que se formen nuevas montañas con minerales que podamos usar para nuestros celulares, carros, construcciones, maquinarias.

Las mujeres, dadoras de vida, llevamos en nuestro seno la sabiduría de pensar en el largo plazo.

Como parte de esa miopía, que nos hace mirar solo en los beneficios inmediatos, también como humanidad nos hemos ido enfocando más y más en lo “que es bueno para mí”, no viendo cómo todos estamos interconectados, seres humanos y planeta, componentes de un mismo sistema de vida. La búsqueda miope del beneficio personal, a toda costa, ha generado violencia, guerras y búsqueda de poder, discriminación y separación.

Las mujeres, criadoras de hijos, llevamos en nuestros genes la sabiduría de buscar armonía, inclusión y paz.

La humanidad se ha acostumbrado a competir, a buscar ser mejores que el otro, a tratar de llegar sólos y victoriosos a las líneas imaginarias de llegada al éxito. Esto ha multiplicado la desconfianza, el aislamiento, el estrés, ni hablar de los grandes problemas que estamos enfrentando, que no pueden ser resueltos individualmente.

Las mujeres, veladoras de los valores de la familia y la comunidad, buscamos unirnos para darnos soporte, aprender, compartir y co-crear.

¿Puedes ver y sentir lo que tenemos para contribuir?

La perspectiva femenina está en todos, hombres y mujeres, pero durante milenios se ha ido desplazando a un segundo plano, dejando que la visión fragmentadora y de conquista tome precedencia. Y las mujeres hemos aceptado esa postergación de lo que sabemos son los valores esenciales. Es más, hemos hecho grandes esfuerzos para adaptarnos y participar con esas mismas reglas, aún si no nos sentimos totalmente plenas. El resultado es que hemos dejado de escuchar nuestra voz intuitiva, profunda, sabia.

El Dalai Lama vaticinó que “el mundo sería salvado por la mujer de Occidente”. Pensamos que “por la mujer”. Porque las mujeres tenemos más a flor de piel la sabiduría que el mundo está urgentemente necesitando. Podemos encontrarla en nosotras mismas apenas nos detenemos unos instantes, y podemos traerla a la conciencia de los demás. La sabiduría no es algo complejo, ni restringido a profesionales o científicos. Es una sabiduría ancestral, que todos traemos en nuestro ADN, pero que nos hemos olvidado cómo activar y traer a nuestro día a día cotidiano. Es una sabiduría independiente de raza, edad, nivel educativo, dinero, creencia religiosa o idioma. Es una sabiduría que nos invita a escucharnos unos a otros, a conectarnos desde la empatía y la compasión, a “conectarnos” en lo que nos parecemos, en lo que tenemos en común, más que enfocarnos en lo que nos diferencia y separa. Es una sabiduría que busca la colaboración y la integración de las diferencias. Busca resolver problemas ahora pero pensando en el futuro como orientación para tomar las decisiones. Busca el bien común más que el beneficio individual. Busca entender e integrar, incluir y perdonar, aceptar y olvidar. Busca las respuestas a nuestras preguntas en la naturaleza.

Esta es la maravillosa y urgente contribución que las mujeres tenemos para hacer.

El primer paso, es tomar conciencia de esta fortaleza  que traemos, que poseemos. Para eso, solo basta con detenernos, hacer silencio, mirar hacia adentro o mirar la belleza natural que nos rodea. Desde el adentro y del afuera nos llega ese mensaje.

El mensaje es tenue y casi imperceptible al comienzo. Pensarás que no lo oyes, o dudarás que “sea eso”. Tal como aprender a notar la energía que circula dentro de tu cuerpo, el colchón magnético que rodea tu cuerpo, o la voz de la intuición. No te preocupes si no estás segura de oírlo, simplemente no estamos entrenadas para hacerlo, pero fácilmente se re-aprende, ya que es algo que traemos desde antes de usar el lenguaje.

Una vez que aprendemos a escuchar esta sabiduría interna, la siguiente pregunta es

¿qué haremos con eso?

Pues es nuestro privilegio y oportunidad poder traer una nueva perspectiva al mundo.

¿De qué modo?

Primeramente, notando en qué momentos de nuestro día vivimos esos valores y en cuáles no. Lentamente, procuraremos hacer los ajustes para vivir cada vez más en consonancia entre lo que sabemos y lo que hacemos. De ese modo nuestra sola presencia se convierte en una señal luminosa para nuestro mundo, por donde vayamos y con quienes estemos. Porque cuando vivimos en sintonía con nuestra sabiduría, nuestras acciones, decisiones e interacciones con los demás son una manifestación silenciosa.

Al mismo tiempo nos convertimos en “transportadoras”, porque cuando traemos una perspectiva de reconciliación, de visión de largo plazo, de diálogo y escucha respetuosa, de afecto y perdón, de responsabilidad personal y empatía, de compasión y colaboración, de inclusión y suma de las diferencias, de sentido de unidad entre todo lo que existe, estamos transformando el mundo.

DECLARACIÓN DE COMPROMISO

•             Presto atención y aprendo a escuchar la voz de la sabiduría que llevo en mis entrañas.

•             Observo mis acciones cotidianas y reviso las que no están en sintonía con mi sabiduría.

•             Trabajo sobre mi evolución personal para lograr que mis acciones y palabras sean la expresión visible de mis valores.

•             Reflexiono sobre cómo contribuyo yo misma a lo que me sucede.

•             Antes de reaccionar, me detengo y me pregunto cómo será el contexto del otro, y hago el ejercicio de ponerme en sus zapatos.

•             Trato de escuchar más que hablar.

•             Busco qué tenemos en común, más que lo que nos diferencia.

•             Presto atención a mi ser profundo, el que está independientemente de lo que hago y lo que poseo.

•             Busco cómo los opuestos son partes de la misma moneda, y así en mí también, lo más rechazado es parte de mí.

•             Pido ayuda y doy ayuda, creo espacios de colaboración.

•             Me reconozco parte de la Naturaleza, con todos y con todo lo que me rodea.

•             Exploro mis propias emociones, y me hago cargo de ellas.

•             Agradezco y reconozco lo que otros hacen.

•             Reconozco mis propias limitaciones.

•             Veo los problemas, fracasos y las personas “difíciles” como oportunidades para aprender.

•             Reconozco el temor como la emoción detrás del odio.

•             Busco formas de ser intencional en mi contribución, y nuevas formas de multiplicar esta perspectiva.


http://minervas.org/espa%C3%B1olinicio/visi%C3%B3nmisi%C3%B3nmanifiesto.html

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